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El orden mundial

Imagen: Manuscrito Harley 7182 (c. 1475), Geographia de Claudio Ptolomeo, mapa atribuido a Francesco Antonio del Chierico; manuscrito basado en la traducción del griego al latín de Jacopo d’Angelo de la edición de la Geographia de Máximo Planudes.

El concepto de orden mundial es quizás uno de los más controversiales dentro de los estudios de la política, al estar relacionado tanto con las escuelas de la realpolitik y la geopolítica como con un cúmulo de disímiles teorías de la conspiración. Hay quienes rastrean la arqueología del concepto a La Sagrada Familia (Die heilige Familie, 1844) [1] de Karl Marx y Friedrich Engels, donde los autores utilizan la frase die Idee des neuen Weltzustandes [2], que quiere decir “la idea del nuevo estado del mundo”, en el sentido de condición, haciendo referencia a una idea de estado-de-cosas originalmente formulada por el conspirador egalitarista François Noël Babeuf durante la Revolución Francesa y reintroducida en el siglo diecinueve por el socialista Philippe Buonarroti [3].

Si nos remontamos un poco atrás en el tiempo, en 1782, el concepto del nuevo orden fue empleado por el líder independentista y latinista irlandés-estadounidense Charles Thomson para el gran sello de los Estados Unidos: Novus Ordo Seclorum, que quiere decir “nuevo orden de los siglos” o “nuevo orden de las eras” y el cual es en realidad una derivación de una frase de las Églogas de Virgilio: Magnus ab integro saeclorum nascitur ordo, “el nuevo orden de las eras nace de nuevo” [4]. Thomson reformuló la frase para referirse al inicio de una nueva era, cuyo comienzo está indicado por el año de 1776, el año de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.

Posteriormente, durante el siglo diecinueve, el concepto de orden mundial parece asomarse en forma germinal en la idea fundamental del Concierto de Europa, diseñada por Klemens von Metternich y Friedrich von Gentz para la construcción de una nueva configuración política del viejo continente tras el fin de las Guerras Napoleónicas (1803–1815). Yendo todavía más atrás, el Concierto de Europa no fue más que una revisión o reconfiguración de la geopolítica continental ya existente, cuyos orígenes podríamos rastrear al orden soberanista de la Paz de Westfalia de 1648 [5], que permitió a las clases dominantes decimonónicas establecer “una base moral para la represión social” [6]; e, incluso, siguiendo esta arqueología del orden europeo, al soberanismo religioso primitivo de la Paz de Augsburgo de 1555, representado por el principio Cuius regio, eius religio [7].

Para hacer una aclaración sobre este concepto de orden, conviene citar a Henry Kissinger, uno de los principales exponentes de la teoría y praxis de la geopolítica globalista a través herramientas tan diversas como libros, think-tanks, alianzas diplomáticas y golpes de Estado, quien considera que “nunca ha existido un ‘orden mundial’ verdaderamente global”, sino varios órdenes mundiales a lo largo de la historia, algunos de ellos coexistentes [8].

En este sentido, el orden mundial global de la actualidad, el cual describiremos más adelante, es la continuación de uno de esos “órdenes mundiales” originalmente continentales de los que habla Kissinger. El orden soberanista westfaliano se convierte, así, en el Concierto de Europa, que se fractura en el enfrentamiento entre la Triple Entente y los Imperios Centrales en la Primera Guerra Mundial (1914–1918).

Es precisamente en el contexto de este conflicto en el que el concepto del orden mundial es acuñado como tal. Poco después de la publicación de los Catorce Puntos para concluir la guerra, en enero de 1918, el presidente estadounidense Woodrow Wilson, vinculado directamente con los intereses financieros detrás del establecimiento de la Reserva Federal, pronunció el término casi en su forma actual [9], comenzando a referirse a un “nuevo orden” en el contexto de la formación de la Sociedad de Naciones. Más tarde, en ese mismo año, Wilson se refirió a un “nuevo orden internacional” (lo que él llamó new international order), mientras que en 1919 utilizó el concepto de un “nuevo orden del mundo” (new order of the world) [10], algo que, sin embargo, no se materializaría hasta décadas más tarde.

El fin de la Primera Guerra Mundial dio origen a la configuración política de la Europa de entreguerras y a la Sociedad de Naciones, el prototipo fallido del actual sistema de las Naciones Unidas. Retomando la arqueología antes mencionada, esta configuración no era más que un nuevo Concierto de Europa, esta vez acompañado por un concepto de orden de pretensiones mundiales. El breve orden europeo del interbellum terminó en 1939 con la invasión alemana de Polonia y el inicio de la Segunda Guerra Mundial; tras el fin de este conflicto surgiría un orden mundial, ya en el sentido en el que lo pronunció Woodrow Wilson. En resumen, si la Primera Guerra Mundial dio origen al concepto moral de orden mundial, la Segunda dio origen al orden mundial en sentido material.

Ahora bien, ¿cuál es este orden mundial de la postguerra? La más breve descripción del mismo debe incluir, por lo menos, dos periodos principales del mismo, cada uno con dos dimensiones: una dimensión geoeconómica y una dimensión geopolítica.

El primer periodo es el de Bretton Woods, el cual toma su nombre de la conferencia celebrada por los Aliados en julio de 1944, ya en la última fase de la Segunda Guerra Mundial. La dimensión geoeconómica de este primer periodo fue el establecimiento de un orden financiero con pretensiones globalizantes, consistente en la supremacía del dólar como moneda ancla de un sistema monetario internacional integrado, asegurada por instituciones de carácter tanto geoeconómico como geopolítico: el Grupo del Banco Mundial (originalmente el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento) y el Fondo Monetario Internacional, que originalmente operaban únicamente en la esfera de influencia del bloque “occidental” (lo cual nos lleva al segundo periodo de este orden).

En este sentido, inicialmente la Unión Soviética se mantuvo fuera del orden de Bretton Woods, al grado de que en octubre de 1947, en la sede original de las Naciones Unidas en Lake Success, la delegación soviética acusó a las instituciones de Bretton Woods de ser meras ramas de Wall Street y específicamente al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento de estar “subordinado a propósitos políticos que lo convertían en el instrumento de un gran poder” [11]. A pesar de no haber entrado en la estructura financiera globalista de Bretton Woods, la Unión Soviética no fue antagónica al modelo financiero operante en Bretton Woods: el Gosbank, el banco central soviético, fue establecido desde 1922 como la columna vertebral del sistema financiero de la Unión Soviética y su diseño y funcionamiento se asemejaban a la Reserva Federal o al actual Banco Central Europeo, pero con un papel todavía más incisivo en la vida económica soviética.

Por otra parte, la dimensión geopolítica de este periodo fue la división del mundo en dos grandes esferas de influencia, una división que dio sentido a la narrativa política de la segunda mitad del siglo veinte: el ya mencionado bloque “occidental” liderado por los Estados Unidos y el bloque socialista liderado por la Unión Soviética, entrelazados en un balance de poder dominado por conflictos subsidiarios que en conjunto se conocen como la Guerra Fría y que permitieron no sólo la expansión del gasto militar de los países occidentales, sino la imposición de un orden permanente de seguridad ante la “amenaza comunista” y, en el otro bloque, la permanencia del autoritarismo en la Unión Soviética, en China, en toda Europa oriental, en Cuba y en otros países ante la “amenaza capitalista” o “imperialista”.

El segundo gran periodo del orden mundial actual es el del petrodólar, que hoy se encuentra en una fase terminal de desintegración. La crisis y desmoronamiento del sistema de Bretton Woods iniciada en la última parte de los años 60, ilustrada por los sucesos de 1968, se agudiza hasta llegar a su punto álgido en 1971–1973 con el Shock de Nixon, que da por terminada la convertibilidad del dólar en oro y transforma al sistema monetario mundial en un sistema flotante. Así también, la Guerra del Yom Kippur y el embargo petrolero contra Occidente por parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) son eventos clave de este punto de inflexión entre los dos periodos del orden mundial. Finalmente, en 1974 entra en vigor la Comisión Conjunta entre los Estados Unidos y Arabia Saudita ideada por el ya mencionado Henry Kissinger (representante de los intereses de los Rockefeller y, por lo tanto, de las grandes petroleras, así como mentor de Klaus Schwab, el actual dirigente del Foro Económico Mundial), entonces secretario de Estado, que pone fin al embargo, estabilizando al sistema global tras el shock monetario y dando forma a la dimensión geoeconómica del nuevo periodo: el sistema de reciclaje de dólares a través de la maquinaria petrolera.

La grave crisis del sistema da inicio también a un nuevo ciclo de expansión y acumulación de riqueza y recursos, representado por el Consenso de Washington, que impone el neoliberalismo como ideología dominante sobre las estructuras estatales alrededor del orbe. La dimensión puramente geopolítica de este periodo, sin embargo, no se manifiesta hasta años después, con el colapso de la Unión Soviética y el comienzo del orden de la Pax Americana. Pero mucho más importante que la carátula del triunfo estadounidense sobre el modelo soviético es la absorción de Rusia por el orden geoeconómico creado en Bretton Woods: en junio de 1992, pocos meses después de la desintegración de la Unión Soviética, el gobierno ruso anuncia su adhesión al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial.

Observamos, pues, un desfase entre el inicio del nuevo periodo en términos geoeconómicos, al cual podríamos ubicar en algún punto entre 1971 y 1974, y la manifestación de su dimensión geopolítica, en algún punto entre 1989 y 1992. A partir de entonces, de la era post-soviética, encontramos tres puntos de inflexión en la historiografía de este periodo del orden mundial: el primero en 2001, con el inicio de la guerra global contra el terrorismo (o, más correctamente, la guerra del terror); el segundo en 2007, con la gestación de la crisis financiera que evolucionaría en la Gran Recesión; y, finalmente, el tercero y más grande en 2019, con la funesta conjunción del crash del mercado repo y el brote de coronavirus en China. A partir de este último punto inicia una reconfiguración mayor o, quizás, incluso, una transición del orden global actual a otro nuevo orden mundial con nuevas dimensiones geoeconómicas y geopolíticas.

Por una parte, tanto el inicio de un proceso de inflación acelerada iniciada tras el crash del mercado repo en septiembre de 2019 como los desafíos cada vez más directos al petrodólar inauguran el fin de la era de Bretton Woods 2.0 (1974–2025?) en lo que respecta a la dimensión geoeconómica. Por otra, la retirada estadounidense de Afganistán en 2021 y los recientes desafíos a la supremacía de la OTAN auguran el final de la Pax Americana en la dimensión geopolítica. La implosión del orden mundial está, pues, a la vuelta de la esquina y todo indica que comenzará por su estructura geoeconómica, por lo que la emergencia de uno nuevo está garantizada en algún punto de la década de 2020 y, ciertamente, antes de 2030. Las tendencias actuales indican a un desmoronamiento del orden globalizado neoliberal, que dará paso a un orden fragmentado en regiones (desglobalización) o incluso en una transición del eje de la geopolítica a Eurasia, quizás en la forma de una Pax Sinica (la supremacía de China) o de una especie de configuración al estilo de la teoría de Heartland de Halford John Mackinder (la supremacía de una liga centrada en Asia) o incluso a la manera de la teoría opuesta del Rimland de Nicholas Spykman (la supremacía de la zona costera de Eurasia).

No obstante, dejando de lado la configuración macro del orden mundial, es claro que el colapso o declive paulatino de la configuración geoeconómica traerá consigo una crisis multidimensional ante la cual tanto la clase capitalista transnacional como los estados deberán defender sus intereses para evitar su disolución y si para hacerlo deben pasar por encima del interés de los ciudadanos, lo van a hacer sin dudarlo. Es por ello que se debe vigilar cuidadosamente no sólo el ascenso del autoritarismo en todas sus formas, especialmente en sus modalidades centralizadas y digitales; sino también el retroceso de los derechos y libertades medianamente democratizados durante los últimos siglos, ya que conforman parte de una estructura del orden global actual que no conviene a las fuerzas interesadas en una nueva configuración política mundial.

Notas:

[1] Marx, Karl y Friedrich Engels. “The Holy Family, or Critique of Critical Criticism: Contra Bruno Bauer and Company”, in Furet, François (editor), Karl Marx and the French Revolution, traducido por Deborah Kan Furet (University of Chicago Press, 1988), 135.

[2] Marx, Karl y Friedrich Engels. Die heilige Familie oder Kritik der kritischen Kritik, gegen Bruno Bauer und Kunsorten (Dietz Verlag, 1972), 126.

[3] Buonarroti, Philippe. Conspiration pour l’egalité, dite de Babeuf, suivie du procès auquel elle donna lieu, et des pièces justificatives, etc. (Librairie Romantique, 1828), 221.

[4] Houghton, Luke. Virgil’s Fourth Eclogue in the Italian Renaissance (Cambridge University Press, 2016), 316.

[5] Lamborn, Alan C. “Theoretical and Historical Perspectives on Collective Security: The Intellectual Roots of Contemporary Debates about Collective Conflict Management”, en Lepgold, Joseph y Thomas G. Weiss (editores), Collective Conflict Management and Changing World Politics (State University of New York Press, 1998), 41.

[6] Kissinger, Henry. A World Restored: Metternich, Castlereagh, and the Problems of Peace, 1812–1822 (Houghton Miflin, 1964), 238.

[7] Weinert, Matthew S. Democratic Sovereignty: Authority, Legitimacy, and State in a Globalizing Age (University College London Press, 2007), 128.

[8] Kissinger, Henry. World Order (Penguin Press, 2014), 2–3.

[9] Grinin, Leonid, Ilya Ilyin y Alexey Andreev. “Global History and Future World Order”, en Grinin, Leonid et al. (editores), Globalistics and Globalization Studies (Volgograd Uchitel Publishing House, 2016), 93.

[10] Wilson, Woodrow. Addresses of President Wilson: Addresses Delivered by President Wilson on his Western Tour. September 4 to September 25, 1919, on the League of Nations, Treaty of Peace with Germany, Industrial Conditions, High Cost of Living, Race Riots, etc. (Government Printing Office, 1919), 102.

[11] Knorr, Klaus. “The Bretton Woods Institutions in Transition”, en International Organization, febrero de 1948, volumen 2, número 1 (University of Wisconsin Press, 1948), pp. 19–38, 36.

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